miércoles, 2 de julio de 2014

Escuela,lluvia,frasco,niña,gris.

Espacio en el que se desenvuelve el sueño:

Mezcla de escuelas primaria (escuela de monjas/privada), preparatoria (escuela mixta privada), Universidad (pública)

Estoy en la escuela como adulta, no me veo, pero soy una alumna, estoy jugando con niñas desde los 3 o 4 años, con adolescentes, cuando juego con las niñas yo también soy una niña, cuando juego con adolecentes, yo también soy una adolescente.

Corremos, subimos, bajamos, gritamos, nos escondemos.

En determinado momento hay sensación de miedo y enojo, yo siento el miedo y el enojo por parte de una niña rubia hacia mí.

Todo es confuso

De repente como adulta, entre la confusión, veo a una niña pequeña de unos 4 años, uniforme, cabello lacio, oscuro, brilloso, ojos muy expresivos, le pregunto ¿estás bien?

La niña me mira con un poco de rencor y comienza a alejarse pero me sigue mirando

Le pregunto: ¿Quieres que les diga algo?

Me contesta: NO, diles que estaré bien, ya me voy.

Hay baños grandes muy grandes, hay lluvia, agua…

Estamos buscando algo que está enterrado, cavamos con desesperación. Somos una combinación de niñas de diferentes edades al mismo tiempo y hablamos al mismo tiempo.

Encontramos un frasco de vidrio, todas lo empezamos a limpiar en el lavamanos, las niñas dicen que ya está limpio, yo les digo que no, que aún falta.

 Lo tomo (soy adulta) y le quito el lodo que quedaba (las niñas se callan y se quedan quietas):

Hay una historia tallada en el frasco, como cuando tallas con una piedra sobre una pared.

Es la historia de una niña rubia, es una historia trágica que pasó desde 1835 y se viene repitiendo hasta llegar a mí.

Abro el frasco y suena como cuando abres un gerber, sale humo gris, siento que se quita la presión de mi pecho.

Hay todavía una sensación de miedo, de algo desconocido, estoy como adulta preocupada de cómo dejaré a esas niñas, de cómo se sienten.

Sé que tengo que irme, me acompañan muchas niñas y adolescentes para despedirme, la niña de 4 años me dice “Quédate conmigo” le contesto firmemente NO, tengo que irme. Me mira con la cara de un perrito regañado.

Acaricio su cabello, se siente un poco mejor.

La niña de 4 años que me miraba con desprecio se empieza a convertir en una adolescente,  trae su uniforme, me sonríe con una sonrisa que muestra todos sus blancos dientes, se despide de mí diciendo adiós con la mano.

Está contenta, me dice que estará bien, yo me siento satisfecha de que esté contenta.


 Me despierto, noto mi cuerpo completamente tenso, sin poderlo mover, lloro, me calmo y escribo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario