La primer
persona que me habla con ese acento me
deja enamorada.
No es un
sueño porque han pasado varios días y la gente sigue siendo amable y abierta.
La comida es
rica y barata: salbutes, frijoles negros con puerco, cochinita… una delicia.
En los
hostales son unos culeros pues siempre le dan preferencia a los extranjeros; en
cambio, hay hoteles bonitos a un precio justo.
En donde
estoy hospedada hay un letrero que dice: no le de alimento ni moleste a la zarigüeya
.
En frente
está el Maya Pub. Tienen mal servicio, el piso de grava, nacionales y
extranjeros beben cerveza de barril, conozco a dos colombianos que se hospedan
en el mismo hotel que nosotros, nos invitan cerveza, se quedan platicando con
las niñas de al lado, pierden su vuelo de las 6:30 am… una maravilla.
Aquí el agua
sale caliente a medio día y para estar medianamente fresco hay que ducharse 3
veces al día, o en su defecto ir al cenote en Cho Cho Lá que se encuentra a una
hora de la ciudad.
El pueblito
es meramente bicicletero y también todos andan en moto descalzos y sin camisa.
Un enano y otro señor me piden en maya un cigarro, lo sé por la señal universal
de llevar los dedos índices y medios cerca de los labios.
El cenote
subterráneo es un sueño: el agua fresca,
estalactitas como techo que gotean agua dulce. Ahora entiendo un poco de las
visiones prehispánicas: el reflejo del techo en el agua se confunde en una sola imagen de otra
dimensión mientras murciélagos pasan rozando tu cabeza.
Conseguimos
un pequeño depa entre la calle 66 y 73, está cotorro y de un tamaño decente:
tiene baño, regadera, ventilador, estufa, cama, refri… todo por $400 a la
semana.
Está ubicado
al lado de la cantina donde hay “bellas edecanes y nueva administración”. En la
puerta de la casa hay un letrero que ofrece el show de paquita la del barrio;
el artista es el casero, se llama Don Pedro o también puedes llamarle “la
dueña”.
Es muy
agradable y respetuoso, por las mañanas limpia su casa y se pone a coser ropa sentado en la entrada de la puerta.
Si quieren
venir tomen un camión que diga “amapola 66 rojo centro”.
Estamos
buscando una playa cercana y dicen que Progreso está a una hora.
Por $42
tienes el viaje redondo.
Es de
ensueño la tranquilidad que se siente al llegar, el agua es calma de azul turquesa
y aquamarina, la arena blanca llena de conchas blancas… y está prácticamente
vacía por ser temporada baja y entre semana.
Pero bueno,
todo sueño termina de una u otra manera, mientras escribo esto veo del lado
izquierdo el mar
que está atardeciendo, decidí regresar en camión en lugar de
volar alto y lejos.
Campeche y
ahora Tabasco, el mar no es igual pero lo sigo disfrutando tanto como se puede
disfrutar ir sentada más de 20 horas en temporada de huracanes por todos lados.