viernes, 26 de julio de 2013

WALL-E



La primera vez que la vi eran tiempos difíciles: empezaba la gripe AH1-N1 y mi mundo estaba a punto de colapsarse.

Tenía 3 días sin dormir decentemente y decidí salir de mi casa.

Era el medio día y la proyectarían en el Cineteatro; lo único que pensaba era que nunca hay gente al medio día en los cines y menos para películas infantiles.

Compré mi boleto con ojeras incluídas y me metí a la esperada oscuridad del cine,

Quería silencio.

Me acomodé en la parte trasera donde los rayos de luz del proyector no enturbiaran mis deseos de dormir, me acomodé en la butaca y me rendí.

Poco a poco sin darme cuenta empezaron a entrar uno, dos, tres, diez, veinte niños acompañados de sus profesores; querían darles un regalo del día del niño o algo así.

Escuchaba toses, y voces agudas pero no me importó.

Dormí como bebé arrullada por los casi inexistentes sonidos de la película y su historia postapocalíptica.

Hoy la pongo como compañía mientras preparo cerdo para comer y un pequeño gato blanco interfiere en mi escritura.

 Esto no tiene moraleja, solo es uno de los mejores recuerdos que tengo como parte de la sobrevivencia en el fin del mundo.



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